Todo seguía siendo como ayer, pero había algo distinto al
desayuno. Ella lo recordaba, o creía recordarlo, pero no quiso comentárselo
para que no sintiera que borrón y cuenta nueva. Él lo recordaba también, o
creía recordarlo, pero no quiso comentárselo para que no fuera a pensar que se olvidaba.
Sin ignorar los gritos por los turnos en el computador, no se evitaron frente a
la cafetera, no soltaron la caja de leche con un golpe. El recuerdo era el
mismo: un buscarse como era siempre antes, una tibieza que se confundía con el
sueño.
Todo seguía siendo como ayer, la semana anterior, los
días que habían dejado de contar hacía tiempo. Y no era una traición lo que
sentían.
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