lunes, 15 de junio de 2020


Lo único que le faltaba era mirar con largavistas, pero le daba vergüenza, no tanto de que la vieran como de andar fijándose en eso o en las plantas del segundo piso, tan perfectas que parecían de plástico. En el pedazo de balcón del departamento de enfrente había algo que parecía un traje de baño gris con tirantes rosados, en el mismo colgador donde dejaban una vez por semana zapatillas deportivas de todos los tamaños, seis pares por lo menos, duras, blandas, todas con suela gruesa, tan ajenas a esos días de encierro como la prenda que miraba y volvía a mirar desde el baño o la cocina, sin poder descifrarla.  

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