domingo, 24 de mayo de 2020


Las olas estaban a la altura de sus ojos. No eran altas y su vaivén no alcanzaba a arrastrarlo, porque era una ola más en ese todo inmenso. Curioso: había algo de miedo, como el miedo que sienten los niños y se ríen, y algo de alegría en la complicidad del agua. Al despertar, le quedaba el recuerdo de cabezas diminutas que, como él, iban y venían.

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