"¡Qué bueno que tengas algo para distraerte!”. Se lo repiten los amigos, los conocidos de antes y los pocos de ahora. Hasta el conserje sonríe cuando lo ve dejar los paquetes para que vengan a buscarlos, los mismos que antes llevaba a las librerías, llenos de esas libretas que hace con dibujos y con fotos impresas, siempre en un papel grueso, tapas hechas a mano y mucho espacio en blanco.
Distraerse.
Nunca ha entendido de qué hablan.
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