sábado, 1 de agosto de 2020

Empiezan a asomarse sin esperar que anuncien el final del encierro. El chinchinero, que da vueltas con el tambor a cuestas y el mismo empeño de hace cuatro meses. El afilador de cuchillos que solo se escuchaba desde lejos, desde tan lejos que podría haber sido ya hace medio siglo. El vendedor de algas, que las muestra hacia arriba como antes las mostraba de casa en casa, y se aleja con un grito indescifrable.

Los sábados siguen viniendo los dos adolescentes que arrastran una maleta descolorida y que no venden nada; solo piden comida.


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