No es por donde más camina, pero conoce bien ese parque contenido entre dos calles y casas de tres pisos de una riqueza antigua. Después de casi cinco meses, descubre a pocos pasos de la entrada una perfecta casita para pájaros que apenas se distingue entre las ramas. Pasos más adelante, una plataforma de madera, un resto de colchón y jirones de plástico encajados en un árbol.
En ese
barrio en el que a la salida del colegio jugaban niños con los mejores
uniformes, alguien quizá encontró en estos meses un lugar donde recibe los
restos de la pastelería que sigue vendiendo dulces y café en una mesa instalada
en la vereda, donde encuentra ropa y toallas tiradas cerca de la basura. Otra forma
de nido.
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