En esa
calle estrecha, solo un papá y seguramente un niño en el coche del que asoma
una manta verde que lo llena. Nada más que ellos y los perros escondidos que
ladran a los lados. Cuesta creer que detrás de una curva haya un organillero, quién
sabe con qué esperanzas y qué miedos. Seguramente el mismo que bajaba cada
día hasta la plaza, tocando “Las mañanitas” como cualquier tarde de domingo.
lunes, 20 de julio de 2020
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