Después de esperar tanto que
el cielo deje de ser un gris parejo, de vigilar los pedazos que se alcanzan a
ver desde ese tercer piso, esa noche se enteran de que llueve por los hilos de
agua en las ventanas y solo un eco de algo que gotea. Desde el encierro, a la
mañana siguiente la nieve es un reflejo en el ventanal del frente; la lluvia,
solo un brillo en los charcos perdidos. El aire limpio hace brillar la luz en
las ramas más altas de los árboles.
miércoles, 1 de julio de 2020
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