miércoles, 1 de julio de 2020


Después de esperar tanto que el cielo deje de ser un gris parejo, de vigilar los pedazos que se alcanzan a ver desde ese tercer piso, esa noche se enteran de que llueve por los hilos de agua en las ventanas y solo un eco de algo que gotea. Desde el encierro, a la mañana siguiente la nieve es un reflejo en el ventanal del frente; la lluvia, solo un brillo en los charcos perdidos. El aire limpio hace brillar la luz en las ramas más altas de los árboles.  

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