sábado, 11 de julio de 2020
Dos
veces por semana y con permiso para ir a la farmacia que queda a pocos pasos, Francisca
y Pablo se encuentran en la plaza, compran café y galletas en la pastelería que
vende desde un carrito improvisado en la vereda y se sientan a conversar lo más
lejos que pueden alargando el permiso hasta los últimos minutos, gustando cada gesto
y cada sorbo como un licor escaso y exquisito.
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