Una nueva forma de silencio
En la noche, incluso antes
del toque de queda, las calles se quedan en silencio. En un casi silencio en
realidad, porque no falta el vecino lejano que sigue con su música, el que
estornuda como un desafío, el diplomático del sexto que habla con los amigos que
lo escuchan desde su propio encierro a miles de kilómetros. Más tarde, solo
quedan ladridos, los de los perros que pasean sin permiso o se pelean desde sus
balcones por un lugar que no les pertenece.
A esa hora, en la noche,
son ellos los que mandan.
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