martes, 24 de marzo de 2020

En el aire de nuevo


Después de la epidemia, los primeros aviones salieron con unos pocos pasajeros, los más necesitados. Al correrse la voz y en cuestión de unos días, los aeropuertos dejaron de ser un vacío sin eco, sillas vacías, pasillos transparentes. Volvieron los anuncios, reabrieron las tiendas.
Las azafatas empezaron a notarlo enseguida y se lo comentaron a los pilotos que, felices de estar de nuevo al mando, no le dieron importancia. La segunda semana, y a pesar de que no las apoyaban, tuvieron que informar de ese  fenómeno. Después de retirar las bandejas de la comida en los viajes más largos, ya ningún pasajero encendía la pantalla. Los que iban de a varios en una misma fila, se sorteaban los turnos para quedar al lado de la ventanilla y, ahí, por unas horas o lo que hubieran acordado, se quedaban mirando la noche, buscando las estrellas, tratando de adivinar los nombres de las ciudades por las que pasaban. Los demás jugaban a las cartas o a las adivinanzas, juegos de niños como mirar las nubes, sorprendidos.

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