martes, 31 de marzo de 2020
domingo, 29 de marzo de 2020
Una nueva forma de silencio
En la noche, incluso antes
del toque de queda, las calles se quedan en silencio. En un casi silencio en
realidad, porque no falta el vecino lejano que sigue con su música, el que
estornuda como un desafío, el diplomático del sexto que habla con los amigos que
lo escuchan desde su propio encierro a miles de kilómetros. Más tarde, solo
quedan ladridos, los de los perros que pasean sin permiso o se pelean desde sus
balcones por un lugar que no les pertenece.
A esa hora, en la noche,
son ellos los que mandan.
Una ciudad imposible
Si no hubiera sido por
los vuelos cancelados, hoy debería haber estado en otra ciudad, en un
departamento de una calle triste por la que pasan pocos. Una calle olvidada, a
espaldas del turismo y de los mapas, sucia, a la que solo llegan algunos
solitarios que se juntan y se escuchan o no, comparten lo que pueden o un
silencio. ¿Quién estará sentado ahora en ese banco de las tardes, sabiendo del
peligro o sin saberlo?
viernes, 27 de marzo de 2020
Las estaciones
Las mañanas eran siempre
de invierno, quizá porque a esa hora seguía estando frío, quizá por encontrarse
de nuevo en el encierro. Por eso, bajó de los armarios varios chalecos que se iba
turnando encima del piyama mientras paseaba la taza de café, ahora sin apuro.
A media mañana, cuando
por unas horas había parecido que en verdad era invierno, empezaba a asomar un sol
tranquilo que lo iba acompañando con un sabor de otoño mientras trataba de
improvisar algo en la cocina. Era un otoño lento, como son los otoños; luz
dorada y de lado, punteada por las hojas de los árboles.
De las tres a las siete
volvía a ser verano y hasta era difícil leer en la terraza.
En la noche, tenía que echar mano de nuevo a algún chaleco. Lo único que faltaba era la primavera, tan lejos todavía.
martes, 24 de marzo de 2020
En el aire de nuevo
Después de la epidemia,
los primeros aviones salieron con unos pocos pasajeros, los más necesitados. Al
correrse la voz y en cuestión de unos días, los aeropuertos dejaron de ser un
vacío sin eco, sillas vacías, pasillos transparentes. Volvieron los anuncios, reabrieron
las tiendas.
Las azafatas empezaron a
notarlo enseguida y se lo comentaron a los pilotos que, felices de estar de
nuevo al mando, no le dieron importancia. La segunda semana, y a pesar de que
no las apoyaban, tuvieron que informar de ese fenómeno. Después de retirar
las bandejas de la comida en los viajes más largos, ya ningún pasajero encendía
la pantalla. Los que iban de a varios en una misma fila, se sorteaban los turnos
para quedar al lado de la ventanilla y, ahí, por unas horas o lo que hubieran
acordado, se quedaban mirando la noche, buscando las estrellas, tratando de
adivinar los nombres de las ciudades por las que pasaban. Los demás jugaban a
las cartas o a las adivinanzas, juegos de niños como mirar las nubes,
sorprendidos.
El gato en la ventana
Todos los días a las
nueve los vecinos se acercan al balcón y aplauden en un coro a los que están
ayudando a los enfermos. Él es una silueta en la ventana, la luz al fondo, la
noche por delante, tan elegante y fijo que si no fuera gato demoraría poco en
desplomarse. Los aplausos se apagan. Él sigue ahí, escuchando.
jueves, 19 de marzo de 2020
Cuando prohibieron las
salidas a la calle, tenía en la despensa kilos de arroz, lentejas y garbanzos;
doce bolsas de café descafeinado; ocho latas de salsa de tomate, catorce de
atún sin aceite, dos de arvejas que nunca consumía y puré de castañas que
tampoco. Para disimular, en la bodega guardaba papel higiénico para dos meses y
medio, más o menos, y pilas incontables de toallitas húmedas, pañuelos de un
solo uso y litros de litros de desinfectantes.
Poco después de que
prohibieron las salidas a la calle, empezó a comer legumbres, cosa que nunca
hacía, por no echar mano a toda la carne que tenía en el congelador, también
repleto de verduras cocidas.
En el estante, varios
kilos de frutos secos. En el baño, veinte botellitas de gel, cuatro frascos de champú
y, lo que ahora ya no necesitaba, cremas para el pelo, siete en total de
diferentes marcas.
Cuando finalmente prohibieron
las salidas a la calle, se preguntó “¿Y las flores?”. ¿Qué iba a hacer sin flores
a la entrada ahora que faltaban?
martes, 17 de marzo de 2020
En la cocina, siempre
tres papeles: qué hacer hoy, mañana, la próxima semana. El primero se llena de
tachados, de borrones, de manchas, y termina, cuando le corresponde, en la
bolsa de papeles. El segundo, un poco más preciso, incluye compras, llamados,
urgencias, subrayados. El tercero, impecable, tiene tres títulos hoy día: lavar
ropa, limpiar todo (como si todo pudiera resumirse), llamar a los más solos.
Un espacio después, sin
días y sin fechas; un espacio tan en blanco que amenaza. Y al final, un final
que casi no se lee, un “retomar” sin más explicaciones. Para cuando se pueda.
sábado, 14 de marzo de 2020
Todas las tardes a la
misma hora bajan los tres al patio. La mamá encumbra la pelota y grita “¡Viva!,
¡viva!”. Joaquín la ve dar un rebote y no se mueve. El papá eleva la pelota con
la punta del pie y grita “¡Ahí va!” sin dejar de mirarlo. Joaquín la ve venir
despacio y retrocede. Los papás gritan “¡Ahora tú, campeón!”. Joaquín la sigue
con los ojos cuando baja y se acerca, pero ni se adelanta ni la busca. A veces
llora cuando vuelven a la casa, siempre a la misma hora.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)