martes, 28 de abril de 2020


El miedo que empezaba a sentir apenas oscurecía no era a que la noche fuera más larga que las otras, a que se convirtiera en un insoportable darse vueltas en la cama.
Era el miedo a que volviera la misma pesadilla de las noches pasadas. Dos hombres en el balcón amenazándolo con entrar a la casa por la fuerza y él solo con un cucharón de madera en la mano, el crujido del vidrio, sus manos que buscaban otro objeto.
La pesadilla tenía un buen final, porque cuando trataba de cerrar con llave la puerta que los separaba se daba cuenta que había estado siempre abierta y ellos del otro lado. Pero seguía costándole dormirse.



Los días se hacen largos, pero no por lo que dicen en broma en los videos. No se hacen largos porque no hay más que hacer que mirar por la ventana, como hacía mi abuela mientras contaba los autos y las micros. Largos, porque no basta con mirar, como ella. Hay que limpiar, lavar, regar, mantener todo en orden para que este rincón no parezca abandonado. Leer lo que nos mandan, no dejarse caer, no intimidarse. Contestar cada “me gusta” con un “también”, llenar de corazones los mensajes. Cuando no hay nada urgente, hay una nueva urgencia que no afloja.  

miércoles, 22 de abril de 2020


Cuando la vuelve a ver a punto de abrir una lata de atún, le pega un grito. No aguanto más. No tienes que aguantar y ándate si puedes. “De nuevo atún”, dice furioso, y abre el congelador de golpe para mostrarle las bolsas de verdura, los paquetes de carne, las cebollas picadas, el pan que hay que empujar para cerrar la puerta. Atún en la ensalada, tortilla de atún con un poco de verde, tallarines con atún, una vez más las bolitas de avena con atún recomendadas en la página de comida sana que le gusta. Él se acerca y le hace un cariño en el hombro, se le acerca un poco más a punto de besarla. Ella lo mira impávida mientras levanta con el índice el cierre de la lata.

sábado, 18 de abril de 2020


Cuando los pocos que quedaban afuera están encerrados en sus casas, ¿quién es el niño que llora mientras parece caminar por la vereda?, ¿quién va en el auto que parece correr una carrera en esta calle corta, interrumpida a pocos metros por la plaza? Estas noches no es la radio a todo volumen del vecino del que apenas alcanzo a distinguir una silueta, no es el televisor intruso ni la sirena de los policías. Son esos pocos ruidos oscuros los que estallan.

miércoles, 15 de abril de 2020


Hace unos meses, aprendió muy feliz y sin que nadie lo ayudara a mandarse mensajes por mail que programaba para cualquier futuro. Además de ayudarlo a organizarse con un método mucho más fácil que ir llenando el calendario de pendientes, pensaba que le servirían si quisiera perderse por unos días en la playa, sin que nadie supiera que estaba lejos, y mandarles saludos envasados a todos los que pudieran preocuparse.
Ahora, desde hace una semana, ve aparecer los mensajes con asombro, sobre todo los que van seguidos de un “no vayas a olvidarte". Ahora que esos mensajes sobran y tiene que ignorarlos o postergarlos hasta una fecha elegida como quien hace apuestas, hay muchos que suenan a vacío, mensajes de una urgencia que hoy nadie reconoce. 


¿Qué hacer con las urgencias cuando todo es ahora? Cuando no hay plazos ni entregas ni sin falta la próxima semana. Cuando no hay más que prórrogas.

miércoles, 8 de abril de 2020

Reencuentro

Llevaban siete años sin querer encontrarse. El miércoles se vieron y él era solo una de las caras en la pantalla dividida. “Tiene que haberme visto”, pensó ella, arrepentida de no haberse puesto una polera clara. En la tarde recibió un mensaje corto; corto y directo, lo que era raro en él. Solo dos líneas en las que le hablaba de su niño de meses y del miedo. Ella le respondió, corto también y sin detalles, con una calma rara.


El fumador, que fuma poco pero se alegra con cada pitada lenta, sobre todo en las tardes, siempre pensó que eso tendría que pasar cuando llegara a los 75, a los 80. Un día le dirían que se acabó y acataría. Mientras tanto, cada vez que viajaba aprovechaba de comprar sus puros favoritos, los que no se encontraban ni en el barrio ni en ningún otro barrio.
Ahora, aeropuertos vacíos y vuelos cancelados, miraba cada caja que había acumulado. Tres, dos, la última. Ahora era ese día en que se terminaban.