viernes, 26 de septiembre de 2014


Hay escritores que nos invitan a entrar en un terreno de locura, no de locura como desvarío sino de lógica propia en la que el juego y el humor, siempre sutil, derrumban estanterías enteras de creaciones clásicas.  Es Baricco en todos sus escritos, Cortázar por supuesto, Calvino en Las cosmicómicas, Quignard en Butes, Borges en sus imaginarios impecables. 


Es esta la locura a la que algunos lectores se encaraman, al menos por un tiempo, sin exigir ni orden cronológico ni sucesión de ideas, sino todo lo contrario: fascinados de dejarse llevar por una forma de mirar en la que los contrarios se unen en madeja, un ver el mundo en el que todo se desorganiza como en la mejor de las realidades, mirado desde un prisma, desde una cámara antigua en la que en la que todos aparecíamos con los pies en el aire.  La locura que nos libera de las categorías y nos abre al espacio donde todo es a la vez posible e imposible.  

miércoles, 16 de julio de 2014

El sonido de la aspiradora en el piso de arriba, más que la lluvia en las ventanas, siempre sonaba a triste.  Mucho más que el pan duro, más incluso que algunas páginas de Onetti.  Le dolía como todos los gestos repetidos y sin causa, y era una vez más el pasillo vacío y dolorido de la infancia. 

Texto seleccionado en el concurso de microrrelatos de la revista "Babelia" (suplemento cultural de "El País")
Los vio besarse en la boca en el pasillo de productos de limpieza, canosos los dos, tomados de la mano, descubriéndose, y aparentemente porque sí, sin más motivos.  Volvió a verlos en la sección de frutas y verduras, besándose de nuevo.  Cuando llegó al pasillo de panes y galletas, se sorprendió llorando.  Y le agregó un pastel al carrito con los siete yogurts de la semana.

lunes, 2 de junio de 2014


De rojizo a imposible
La isla Bermeja debería estar a 22 grados 33 minutos de latitud norte y 91 grados 22 minutos de longitud oeste, en pleno Golfo de México, donde aparece nítidamente en los mapas de Google Earth. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones realizadas desde el siglo XVIII indican que no existe.
La primera referencia a esta posible isla proviene de El espejo de los navegantes, escrito en 1536 por Alonso de Chaves, en el que habla de una isla situada al oeste del Cabo de San Antón, al oeste-noroeste de los Alacranes y al nordeste de Villa Rica y, dejándose llevar un poco por sus aficiones poéticas, precisa que “es una isleta pequeña y que de lejos bermejéa”.    
En el tratado práctico de navegación de Blas Moreno de Zabala, de 1732, el autor la describe como un islote con agua limpia al sur y con un barranco color bermejo o rojizo, cubierto de árboles. Las instrucciones detalladas para prevenir la polarización de la aguja de marear y la presentación de las declinaciones solares calculadas para la latitud de Cádiz, contenidas en el mismo texto, demuestran que el autor era un observador sistemático y nada inclinado a dejarse llevar por fantasías. 
Pero es posible que Bermeja haya comenzado a esfumarme no mucho después, a pesar del intenso color que habría permitido distinguirla desde lejos.  De hecho, el famoso Juan de Escalante y Mendoza, en su Itinerario de navegación de los mares y tierras occidentales escrito alrededor de 1575, no la menciona en su descripción de la ruta de invierno entre Cuba y Yucatán.
Los mapas del padrón real, documento oficial y secreto de la corona española que servía de modelo para todas las cartas náuticas, fueron reproducidos sin mayores cambios primero por los portugueses, luego por los franceses y hasta por el inglés Thomas Hood en 1592, sin que nadie se preocupara por verificar sus detalles.  En las copias se representaban las mismas islas, ya sea con nombres o sin ellos, y durante siglos su existencia se reprodujo en todos mapas. Debido a las dudas que se fueron acumulando desde fines del siglo XVI, en 1775 se realizó la primera expedición para comprobar la existencia de la isla Bermeja. En el diario de ese viaje se consigna hora por hora el rumbo de la navegación, la dirección de los vientos, las distancias recorridas y los sondeos realizados. La indagación se hizo dos veces y todos los resultados fueron negativos, como ocurriría con todas las indagaciones que siguieron. 
El tono de los informes posteriores es mucho menos específico y colorido; en ellos se habla de rompientes bajas, promontorios o a lo más arrecifes.  Después de la observación hecha el 14 de noviembre de 1806 a las tres de la tarde, las búsquedas y el interés se fueron espaciando hasta hace pocos años cuando, por un asunto de fronteras y derechos de explotación de yacimientos petroleros submarinos, la isla se convirtió en un enigma que hasta ha merecido investigaciones de la NASA, tan poco concluyentes como todas las anteriores.    
Algunos científicos apuntan a la hipótesis de un maremoto ya tan distante que, luego de llenar de remolinos esa área de arrecifes y toda la zona del Golfo, no fue recogido en ningún relato de navegantes o escuchado por ellos. 
Entre teoría y teoría, hay quienes atribuyen la pérdida de la isla al calentamiento global, lo que según los especialistas situaría su desaparición en el último siglo, y no faltan las especulaciones sobre un posible bombardeo del islote con fines geopolíticos. 
A pesar de las pesquisas de la NASA, que incluyó la detección de la isla entre las prioridades de las misiones no tripuladas de los últimos quince años, y a pesar de la referencia inconfundible en Google Earth, la isla Bermeja sigue no existiendo. 
Lo único que podría desmentirlo es la descripción del barranco cubierto de árboles, los coloridos pájaros que se distinguían en sus ramas, el reflejo de los tonos rojizos en el agua y el curioso fenómeno entre azabache y lila que se producía al atardecer en el horizonte, contenida en la bitácora de Ignacio Fernández, boticario y poeta que se unió a la expedición de 1806 llevado por el deseo de conocer el silencio interminable del mar. 



martes, 27 de mayo de 2014

Décimas aéreas

Eso de andar por el aire
no es cosa nada habitual
peces quizá habremos sido
pero pájaros jamás.
Me encuentro
en medio del aire 
y aunque entienda 
la obviedad
siempre me dan tiritones
ante tanta inmensidad,
ante el aire que no es grueso
y las alas del avión,
ante cualquier
movimiento p'al que nadie

me enseñó.

viernes, 23 de mayo de 2014


El hombre que intentó borrarse el cuerpo

Era tanto lo que le dolía casi todo, los hombros para empezar, las rodillas a toda hora, la espalda a partir del mediodía, las caderas cuando no caminaba o caminaba mucho, la cabeza cuando se descuidaba, que Elías decidió borrarse el cuerpo.

Por suerte, a esas alturas de la ciencia, no era imposible hacerlo.   Primero fue a ver médicos de distintas especialidades y distintos hospitales. Siguió con las farmacias, primero las más grandes, de cadena, y luego con las más antiguas donde podía conversar con la farmacéutica, con el dueño o las señoras que atendían, siempre amables y de delantal blanco.  Por último, y aunque no creyera mucho en lo que le ofrecían, con todos los especialistas en medicina china que publicaban anuncios en revistas de salud alternativa, todos los ayurvédicos, yerbateros y profetas que alcanzó a visitar en las ocho semanas que se puso de plazo. 

Poco después de empezar con los primeros calmantes, aparecieron los primeros síntomas de algo que mejoraba. Cuando les fue sumando las yerbas y las pócimas, los cristales de plantas ancestrales, los extractos de alas de mariposas, el alivio fue entero.  Elías pasó así varias semanas: feliz, por primera vez en muchos años de no sentir dolores ni en los hombros ni en la espalda ni menos en las piernas.


Y siguió disfrutando de esa especie de nube, hasta un día.  El día en que sintió que algo le faltaba; algo lento, algo entero y antiguo por debajo del cuello.  

El canto de los pájaros

Tres generaciones de científicos, la última de ellos con los más sofisticados equipos digitales de decodificación y acompañados por voluntarios de todo el mundo que les hacen llegar periódicamente sus grabaciones, llevan más de ochenta años tratando de descifrar el primer canto de los pájaros al amanecer.  

Tres generaciones de los más adelantados científicos y muchos musicólogos han pasado un total de noventa y tres mil cuatrocientas ochenta y cinco horas estudiando desde distintas latitudes y en todas las estaciones del año los primeros gorjeos de la madrugada, al principio con rotundas teorías sobre la comunicación no verbal de especies aladas, marinas y primates; luego con humildad, hasta sorpresa. 

A pesar de tantas noches en blanco y madrugadas, nadie, ni Sclater ni Manson-Bartt ni un famoso actor británico que una vez dijo en su programa semanal que los pájaros cantan para defender su territorio, supo advertir lo que acaba de comprobar un profesor de música de provincia, después de varios meses escuchando a los pájaros desde las cuatro y media y escrutando sus voces.


Su conclusión es clara: los pájaros no se saludan ni se dicen.  Los pájaros, a esa hora, lo que hacen es saludar al día con su canto.  Ni diálogo ni enigma, puro saludo al sol antes de que ilumine y que aparezca.  

jueves, 27 de marzo de 2014

Casi se esfuma
la gota tambaleante,
esa gota en el vaso
invertido
sobre la secadora
en el vaso la gota
a punto de escurrirse
nítida en su segundo
de borde 

y de presencia.

La luna ya se empina
entre las geometrías
de concreto,
entre paréntesis
de balcones vacíos
y sin plantas.
La busco arrodillada
poco antes de que gire
sola y encapsulada
hacia otros grises.

jueves, 6 de marzo de 2014

Medio metro de diámetro


El zorzal, dicen, viene todas las mañanas a aletear delante de un espejo.  El espejo, redondo, mide cincuenta centímetros de diámetro y el zorzal aletea creyéndolo ventana.  El zorzal no mira a los costados, no ve los árboles que rodean al espejo.  Y vuelve, dicen, todas las mañanas a la misma hora.  A aletear nuevamente delante del espejo. 

domingo, 5 de enero de 2014


No hay prosa.  Solo hay versos con más o menos ritmo.
                                                                                            Pierre Michon