Tres generaciones de científicos, la última de ellos
con los más sofisticados equipos digitales de decodificación y acompañados
por voluntarios de todo el mundo que les hacen llegar periódicamente sus
grabaciones, llevan más de ochenta años tratando de descifrar el primer canto
de los pájaros al amanecer.
Tres generaciones de los más adelantados científicos y
muchos musicólogos han pasado un total de noventa y tres mil cuatrocientas
ochenta y cinco horas estudiando desde distintas latitudes y en todas las estaciones
del año los primeros gorjeos de la madrugada, al principio con rotundas teorías
sobre la comunicación no verbal de especies aladas, marinas y primates; luego con
humildad, hasta sorpresa.
A pesar de tantas noches en blanco y madrugadas,
nadie, ni Sclater ni Manson-Bartt ni un famoso actor británico que una vez dijo
en su programa semanal que los pájaros cantan para defender su territorio, supo advertir lo que acaba de comprobar un profesor de música de provincia, después de varios meses escuchando a los pájaros desde
las cuatro y media y escrutando sus voces.
Su conclusión es clara: los pájaros no se saludan ni
se dicen. Los pájaros, a esa hora, lo
que hacen es saludar al día con su canto.
Ni diálogo ni enigma, puro saludo al sol antes de que ilumine y que aparezca.
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