lunes, 2 de junio de 2014

De rojizo a imposible
La isla Bermeja debería estar a 22 grados 33 minutos de latitud norte y 91 grados 22 minutos de longitud oeste, en pleno Golfo de México, donde aparece nítidamente en los mapas de Google Earth. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones realizadas desde el siglo XVIII indican que no existe.
La primera referencia a esta posible isla proviene de El espejo de los navegantes, escrito en 1536 por Alonso de Chaves, en el que habla de una isla situada al oeste del Cabo de San Antón, al oeste-noroeste de los Alacranes y al nordeste de Villa Rica y, dejándose llevar un poco por sus aficiones poéticas, precisa que “es una isleta pequeña y que de lejos bermejéa”.    
En el tratado práctico de navegación de Blas Moreno de Zabala, de 1732, el autor la describe como un islote con agua limpia al sur y con un barranco color bermejo o rojizo, cubierto de árboles. Las instrucciones detalladas para prevenir la polarización de la aguja de marear y la presentación de las declinaciones solares calculadas para la latitud de Cádiz, contenidas en el mismo texto, demuestran que el autor era un observador sistemático y nada inclinado a dejarse llevar por fantasías. 
Pero es posible que Bermeja haya comenzado a esfumarme no mucho después, a pesar del intenso color que habría permitido distinguirla desde lejos.  De hecho, el famoso Juan de Escalante y Mendoza, en su Itinerario de navegación de los mares y tierras occidentales escrito alrededor de 1575, no la menciona en su descripción de la ruta de invierno entre Cuba y Yucatán.
Los mapas del padrón real, documento oficial y secreto de la corona española que servía de modelo para todas las cartas náuticas, fueron reproducidos sin mayores cambios primero por los portugueses, luego por los franceses y hasta por el inglés Thomas Hood en 1592, sin que nadie se preocupara por verificar sus detalles.  En las copias se representaban las mismas islas, ya sea con nombres o sin ellos, y durante siglos su existencia se reprodujo en todos mapas. Debido a las dudas que se fueron acumulando desde fines del siglo XVI, en 1775 se realizó la primera expedición para comprobar la existencia de la isla Bermeja. En el diario de ese viaje se consigna hora por hora el rumbo de la navegación, la dirección de los vientos, las distancias recorridas y los sondeos realizados. La indagación se hizo dos veces y todos los resultados fueron negativos, como ocurriría con todas las indagaciones que siguieron. 
El tono de los informes posteriores es mucho menos específico y colorido; en ellos se habla de rompientes bajas, promontorios o a lo más arrecifes.  Después de la observación hecha el 14 de noviembre de 1806 a las tres de la tarde, las búsquedas y el interés se fueron espaciando hasta hace pocos años cuando, por un asunto de fronteras y derechos de explotación de yacimientos petroleros submarinos, la isla se convirtió en un enigma que hasta ha merecido investigaciones de la NASA, tan poco concluyentes como todas las anteriores.    
Algunos científicos apuntan a la hipótesis de un maremoto ya tan distante que, luego de llenar de remolinos esa área de arrecifes y toda la zona del Golfo, no fue recogido en ningún relato de navegantes o escuchado por ellos. 
Entre teoría y teoría, hay quienes atribuyen la pérdida de la isla al calentamiento global, lo que según los especialistas situaría su desaparición en el último siglo, y no faltan las especulaciones sobre un posible bombardeo del islote con fines geopolíticos. 
A pesar de las pesquisas de la NASA, que incluyó la detección de la isla entre las prioridades de las misiones no tripuladas de los últimos quince años, y a pesar de la referencia inconfundible en Google Earth, la isla Bermeja sigue no existiendo. 
Lo único que podría desmentirlo es la descripción del barranco cubierto de árboles, los coloridos pájaros que se distinguían en sus ramas, el reflejo de los tonos rojizos en el agua y el curioso fenómeno entre azabache y lila que se producía al atardecer en el horizonte, contenida en la bitácora de Ignacio Fernández, boticario y poeta que se unió a la expedición de 1806 llevado por el deseo de conocer el silencio interminable del mar. 


1 comentario:

tomas gottlieb dijo...

a que hora se puede descubrir o tener el animo de encontrar la Isla bermeja o sus semejantes??? Es bello el ánimo de tanta búsqueda , muchas veces por el puro gusto de ello...sin encontrar nada a modo de respuesta, porque no es eso lo buscado, es solo en deambular viendo.
Felicidades