El sonido de la aspiradora en el piso de arriba, más que la
lluvia en las ventanas, siempre sonaba a triste. Mucho más que el pan duro, más incluso que
algunas páginas de Onetti. Le dolía como
todos los gestos repetidos y sin causa, y era una vez más el pasillo vacío y
dolorido de la infancia.
Texto seleccionado en el concurso de microrrelatos de la revista "Babelia" (suplemento cultural de "El País")
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