Se equivocó: no es una niña la que toca piano, a pesar de las pausas y de lo simple de los temas. Después de dudar mucho, el conserje le informa que es don Patricio, un jubilado viudo que no sale de su casa.
Cuando consigue que le traigan
flores, además de las frutas y verduras que recibe una vez a la semana, le deja
las tres mejores envueltas en papel y un mensaje en el que le agradece la
compañía de las tardes. Él no responde; ¿miedo a un mal intento de romance?,
¿miedo a que lo interrumpan? Sigue tocando todas las tardes, desde las cinco y
hasta las ocho o nueve, sin detenerse para prender las luces después de que
oscurece.
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