jueves, 17 de septiembre de 2020

Por ser la única verdulería abierta en muchas cuadras cuando se supone que deberían estar todos encerrados en sus casas, atiende de ocho a ocho, sin descanso. Desde que fue por primera vez un sábado en la tarde, hay días en que Elena no va a comprar o compra medio kilo de lo que esté más cerca, para después instalarse al lado de la entrada y quedarse mirándolo. Lo mira mientras, a pesar de la cola de compradores que da una vuelta delante de la panadería, saluda a cada cliente, les comenta lo que llevan, hace chistes, agrega una ramita de perejil como cortesía de la casa, se inclina a hablar un poco con los niños. Un día, pasó casi una hora después de comprar un par de berenjenas. Nunca le ha descubierto un gesto de cansancio. Nunca lo ha sorprendido en medio de una lata de Red Bull.

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