martes, 3 de diciembre de 2019


Ni la luna alcanzo
a ver
de este lugar escondido
que no es cerro
y que no es valle,
sino que es pura ciudad.

jueves, 19 de septiembre de 2019



No quiso convertirse en diputado, como Alberto.
No quiso seguir matando, como Ignacio.
No quiso entregarse a los soldados, como Santiago.
Desde octubre, lleva el celular en el bolsillo de la camisa para seguir los noticiarios en ese idioma que sigue siendo el suyo. Nadie lo ve en el subterráneo mientras ordena plásticos y vidrios y cartones; mientras apila diarios, selecciona botellas, limpia un poco. De diez a diez todos los días.  

viernes, 31 de mayo de 2019



Amanecí creyendo que era viernes y esperé toda la mañana que vinieran a dejarme el envío que habían anunciado. Creyendo que era viernes, hice todo lo que tenía anotado para el día; en vez de feria, encontré la calle sola, las veredas vacías; en vez del estreno que esperaba, la misma película del sábado anterior. Demoré en darme cuenta, ya en la tarde mirando el calendario.  

Mañana será viernes de nuevo. Y esta, una semana de ocho días.

sábado, 4 de mayo de 2019



Patrimonio vivo
Afilador de cuchillos recorre barrio donde ya no quedan casas, patrocinado por la municipalidad y algunas de las inmobiliarias que demolieron las últimas que quedaban.

domingo, 3 de febrero de 2019



Departamento luminoso se arrienda

Cada cinco minutos, a veces menos, suena la alarma de la entrada al estacionamiento de enfrente, programada desde el 75 para dejar los subir los autos lentos por la rampa. En el banco de la esquina de la peatonal hay viejos que se juntan sin ponerse de acuerdo a ver pasar la gente, voces ansiosas en créole, parejas escondidas en su propia pantalla. El portero del 1301 conversa con el del 1315, en camiseta todo el día. Alguien que no se ve sale a media mañana a colgar prendas casi sin forma en la ventana. Vuelve a sonar la alarma. 

sábado, 5 de enero de 2019



Cuando se fue de vacaciones, la ciudad le dolía del cuello hasta el estómago como un algo grumoso. Tres semanas después, no había terminado de limpiarlo. Y así volvió a Santiago, con el mismo dolor que era el cielo sin nubes, la cordillera borrosa ya a principios de marzo, los empujones en la calle, las bocinas.


Eran las 2:26 de la mañana y le sorprendió el silencio: ni un solo auto, ni ladridos ni voces. Recién pudo dormirse cuando escuchó un camión que se acercaba por la avenida, silbando primero, tronando después como un tren de los viejos para romper ese equilibrio ajeno.