Cuando
se fue de vacaciones, la ciudad le dolía del cuello hasta el estómago como un
algo grumoso. Tres semanas después, no había terminado de limpiarlo. Y así
volvió a Santiago, con el mismo dolor que era el
cielo sin nubes, la cordillera borrosa ya a principios de marzo, los empujones en
la calle, las bocinas.
sábado, 5 de enero de 2019
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