Deja la cubetera apoyada en el borde, para ir sacando hielos y agregarlos al jugo, por si sirviera de algo en esa tarde calurosa. Poco después, un golpe: la cubetera en el suelo, hacia abajo como las tostadas que caen siempre sobre el lado donde va la mermelada, y rodeada de agua.
Un par de gotas y nada más que
un par de gotas de hielo derretido deben de haber sido suficientes para que el
plástico perdiera el equilibro. A veces, cuando sale a la calle, se pregunta
dónde están esas gotas, en qué cruce, en qué almacén, ¿en el botón del
ascensor?, ¿en la manilla?.
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