domingo, 24 de enero de 2021


 

Día por medio aparece en la pantalla la invitación de una empresa de turismo: “¡Nuevo año y nuevas aventuras!”, “¿Dónde piensas ir este año?”. Piensa dónde querría ir y se le ocurren muchos lugares lejos de la ciudad en la que vive. Piensa en las ganas de aceptar la oferta y comprar un pasaje, aunque no sepa cuánto falta para poder renovar el pasaporte. Mientras tanto, sigue mirando la foto de una playa rosada, imagen para los meses de verano de calendario antiguo como el que tenía en la oficina hace apenas diez meses.


 

Se levanta a las seis para sentir que el silencio es de campo; que los perros que ladran están mucho más lejos y a esa hora se cuentan aventuras.

Se levanta a las seis para tomar un primer café lento, antes de las bocinas, cuando todavía se escucha un tordo o un zorzal, paseándose tranquilos. 

 Día por medio aparece en la pantalla la invitación de una empresa de turismo: “¡Nuevo año y nuevas aventuras!”, “¿Dónde piensas ir este año?”. Piensa dónde querría ir y se le ocurren muchos lugares lejos de la ciudad en la que vive. Piensa en las ganas de aceptar la oferta y comprar un pasaje, aunque no sepa cuánto falta para poder renovar el pasaporte. Mientras tanto, sigue mirando la foto de una playa rosada, imagen de calendario antiguo para los meses de verano, como el que tenía en la oficina hace apenas diez meses.

domingo, 10 de enero de 2021


 

Desde fines de mayo, se permite algunos vicios, todos los días, sin excepción durante toda la semana: un cuarto de barra de chocolate; dos puñados de arándanos; un sorbo de coñac de la botella que le regalaron en su último cumpleaños. Veinte gotas y no más de pasiflora cada noche, para ayudarle al sueño.


 

Javier saca la cuenta que lleva por lo menos diez días peleado con Elvira y, sin hacer más cálculos, sabe que en las tardes todo empeora. Pero la cita con los amigos es a las siete y piensa que no puede faltar, que sea como sea va a conectarse para hablar con ellos por un rato y ya pagará el precio.

Mientras transpira con la presentación para mañana, Simón recuerda lo que acordaron y sueña con que se atrasen para terminarla antes de que se le pierdan las ideas. La cita es a las siete y, mientras tanto veinte, diez, cinco minutos menos− sigue tecleando y mirando la bibliografía de reojo.

Ricardo lleva horas tratando de copiar lo que anotó en la hoja de cálculos en el disco duro externo y no se atreve a llamar a su hija para que le explique otra vez cómo funciona. Pero la cita es a las siete, aunque a las siete y media deja de recordarla.

“Se olvidaron”, piensan por turnos y aliviados. El domingo siguiente se aparecen media hora antes en las pantallas de los otros, sin comentarse nada. 


sábado, 2 de enero de 2021


 

Nunca les gustaron las fiestas de fin de año ni ninguna otra fiesta obligatoria. Se lo dijeron en el primer encuentro, otro diciembre, y aunque la historia cambia cada vez que la cuentan ese fue el primer guiño, como el pedazo compartido de torta de frutillas, tan poco navideña.

Después de tantos meses saliendo poco o nada, este año no saben por qué las luces que se prenden y se apagan no parecen intrusas; por qué les gustan tanto que podrían brindar o algo parecido. El abrazo les basta, aunque no se miren cuando lo comentan.


 

En el último día del año, cuando lo esperaban los niños y hasta los no tan niños para jugar un rato a los recuerdos, nos desilusionó el organillero que venía todas las tardes, sábado y domingo y los días de semana. No llegó ese 31 de diciembre con las rancheras de siempre y una canción de Violeta Parra apenas distinguible. Quizá porque prefirió entretener a la gente de su barrio, porque lo contrataron para una presentación en línea de tradiciones musicales; quizá porque tenía fiebre. Nunca llegamos a saberlo.