jueves, 30 de enero de 2020


Antes de que empiecen a chillar los loros importados, hay una hora en que cantan los gorriones y zorzales; una hora abierta, de silencio y luz gris en el verano. Una hora en la que esto podría ser ciudad o campo, un espacio sin nombre. Después vendrán los autos, los que traen el diario en una moto que dejan con el motor andando, los perros que pasea siempre alguien apurado. Los loros que se pelean las puntas de los árboles.

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