De vacaciones
Faustino, que tiene un nombre
grande para sus dos años y medio, grita cuando le pasan las papas fritas, cuando
inmediatamente las escupe, cuando quiere mostrar ese pájaro nuevo que baila en la
ventana. El padre mira lo que tiene en el plato con la cabeza hundida; la madre,
a su otro hermano. Faustino grita con un grito puntudo y exigente. Solo conoce dos
sonidos: sus gritos y el silencio.
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