sábado, 24 de junio de 2017

Tenía tantas fotos en los álbumes, ya no de papel ni nada parecido, que a veces, en la noche, cuando no se le ocurría nada mejor que hacer, se metía a escarbarlas.

En cada nueva búsqueda, no podía dejar de eliminar las fotos que habían sido recuerdo de un momento pero que no servían, ahora, ni siquiera como eso.


Entonces las borraba. Las primeras en caer a la carpeta de basura eran siempre las estatuas y los bustos; luego las calles, los letreros, las fotos de familias en los trenes. Algo se alivianaba o se limpiaba, pero con cada “al tacho” se iban tantos instantes que, al llegar a la cama, no podía dejar de preguntarse dónde se habrían ido, en qué memoria estaban después de tanto tiempo.  

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