Tenía tantas fotos en los álbumes, ya no de
papel ni nada parecido, que a veces, en la noche, cuando no se le ocurría nada
mejor que hacer, se metía a escarbarlas.
En cada nueva búsqueda, no podía dejar de
eliminar las fotos que habían sido recuerdo de un momento pero que no servían,
ahora, ni siquiera como eso.
Entonces las borraba. Las primeras en caer a
la carpeta de basura eran siempre las estatuas y los bustos; luego las calles,
los letreros, las fotos de familias en los trenes. Algo se alivianaba o se limpiaba,
pero con cada “al tacho” se iban tantos instantes que, al llegar a la cama, no
podía dejar de preguntarse dónde se habrían ido, en qué memoria estaban después
de tanto tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario