Un hombre silba en esta misma calle. Silba
desde hace días y desde muy temprano un silbido sin ritmo pero entero.
No silba mientras barre ni silba mientras
riega, porque nunca lo veo. Silba quizá en un turno de conserje o inválido en
un cuarto sin terraza, desde las siete y media a las tres de la tarde. Y silba
sin descanso, sin hacer una pausa.
El suyo es un trabajo que no se acaba nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario