Hay un perro que ladra más
allá del canal, en el límite de algo que podría ser campo en los pocos silencios
de los autos.
En ese espacio el barrio se
emborrona y ya no es edificios. Podría ser arbustos, una cerca liviana. Lo que
fue no hace mucho, antes de que lo único que recuerde lo verde fueran los
nombres de flores en las calles.
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