Ayer, después de varios días de ir leyendo su último
libro de cuentos sobre tipos perdidos en moteles de última, excampeones de box
que persiguen recuerdos y borrachines varios, me sorprendió el autor en la mesa
de al lado de un café sin estrellas. Ahí estaba, en la mesa del rincón con un
amigo, ni tomando un buen whiskey ni una copa de nada, las manos hechas nudo,
el pelo alborotado, lento, senil a ratos.
viernes, 19 de agosto de 2016
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