. . . descubrí a grandes antepasados (Shakespeare y Dostoievski, los autores desconocidos del Mahabarata, Corneille, Chateaubriand, Balzac, Proust), de los que aprendí lo que seguramente ya sabía: que un personaje no puede conmovernos a menos que encontremos en él lo que definimos como “vulnerabilidad”. Todo el teatro, todo el cine, toda la literatura, todas las formas de expresión se basan en la fragilidad, que es nuestra fuente oculta, el origen de toda emoción y de toda belleza. Aceptémosla, reivindiquémosla. Seamos frágiles, pero también flexibles. Y actuemos con serenidad ante lo desconocido. Protejamos nuestra fragilidad y protejamos lo inútil, que nos defiende del simple cálculo pragmático que nos domina. Lo inútil, porque nos permite evadirnos, porque es nuestra salida de emergencia. La fragilidad, porque nos ayuda a acercarnos, mientras la fuerza nos aleja.
Jean-Claude Carrière, La fragilidad.
lunes, 26 de marzo de 2012
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