La casa de la esquina está pintada de color café oscuro, con letras blancas en el cartel y los costados. “Café del centro”, anuncia, como tantos cafés de tantas partes. Pero hay algo en las letras, en el color, en ese aspecto de café un poco bar y un poco restorán, que no encaja en el barrio. Llora con un dolor que sube, inesperado.
Esa esquina de ahí es un
trasplante, piensa metros después recordando la ciudad a la que iba cada mayo y
que quizá no vuelva recorrer, del plano al cerro, como un puerto.
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