sábado, 21 de agosto de 2021


 

Lo que antes era raro ya no es más que costumbre. Lo comprobó en el calendario: cuatrocientos quince días desde el primer anuncio, trescientos ochenta y dos desde el primer encierro, trescientos sesenta y ocho desde la primera vez frente a la pantalla, llena de los de antes con las caras azules y aplastadas. Las mismas que va viendo dos veces por semanas, mientras pasan los días, aunque lentos.


 

La casa de la esquina está pintada de color café oscuro, con letras blancas en el cartel y los costados. “Café del centro”, anuncia, como tantos cafés de tantas partes. Pero hay algo en las letras, en el color, en ese aspecto de café un poco bar y un poco restorán, que no encaja en el barrio. Llora con un dolor que sube, inesperado.

Esa esquina de ahí es un trasplante, piensa metros después recordando la ciudad a la que iba cada mayo y que quizá no vuelva recorrer, del plano al cerro, como un puerto.