Nunca hizo ejercicios hasta los 81, cuando
empezó a caminar de una punta a la otra de su departamento por ese pasillo
enorme que empezaba en la puerta, tan eco y tan oscuro a veces, incluso sin sus
pasos.
Y nunca tomó vino hasta ese mismo año, en que
se fue atreviendo con una media copa en los cumpleaños.
Murió poco después de un cáncer que no llegó a
enterarse de su esfuerzo.
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