lunes, 31 de octubre de 2016


Él le mentía, diciéndole que odiaba el vino y las parrandas.
Ella ocultándole que iba a la iglesia no solo los domingos sino también algunos martes.

Y no se daban cuenta, atentos él y ella a cada beso.

Nunca hizo ejercicios hasta los 81, cuando empezó a caminar de una punta a la otra de su departamento por ese pasillo enorme que empezaba en la puerta, tan eco y tan oscuro a veces, incluso sin sus pasos.
Y nunca tomó vino hasta ese mismo año, en que se fue atreviendo con una media copa en los cumpleaños.

Murió poco después de un cáncer que no llegó a enterarse de su esfuerzo.