domingo, 1 de febrero de 2015

Tan lejos de los espacios limpios,
lo único que nos queda
es seguir recogiendo los pocos de ciudad
que le ganan de abajo, por secretos:
el capricho de un tronco, 
el derrame de flores desde un patio cercado,  
ese mechón de hierba que sale del cemento.
Los pocos de ciudad 

que son silencio.

Agradezco no el calor del verano,
sí las calles más solas y cordiales. 
No la imagen del hombre en la vereda,
sudoroso, que vende fruta fresca;
sí el espacio casual
entre la ira

de tantos otros meses.