Vicente descubrió el eco en una capilla casi sin adornos y por casualidad. Tenía nueve meses y estaba sentado en su silla de paseo cuando sintió que algo le repetía su “ah”.
Vicente siguió jugando con el doble sonido, dialogando durante mucho rato con el “ah” que se le devolvía desde lo más alto de la ojiva. Con el mejor y más antiguo de todos los asombros.
miércoles, 25 de mayo de 2011
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1 comentario:
Puedo imaginarlo....y la sonrisa beatífica de sus antecesores mirándolo con adoración...
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