viernes, 22 de julio de 2011

De las cosas que caben en un bolso

En un bolso más bien chico caben, o debería caber, el mínimo de objetos necesarios para un viaje en un avión precario o de propiedad de una empresa irlandesa, es decir un cepillo de dientes, un espejo, los remedios que se han ido haciendo más indispensables, pinzas en caso necesario y sobre todo porque son delgadas y no incomodan mucho, un perfume quizás, un par de aros y collares de los más livianos que encontremos, y dos o tres recuerdos.

El resto, dicen los entendidos, es enteramente prescindible. El resto, dicen los que no se han enterado de la existencia de los cronopios, puede llevarse en la mano o no llevarse. Lo importante es el bolso, ese bolso pequeño que nos define con su collar regalado por la mejor amiga, el ansiolítico o calmante favorito, sus colores y su procedencia; opaco y grueso en caso de venir de Guatemala, brillante y cargado de símbolos si viene de la India.

Si el bolso cumple con todos los requisitos mencionados, en la ciudad donde lleguemos no deberían pedirnos el pasaporte. Bastaría con que nos pidieran escarbar dentro de él para saber quién somos.